En su espacio periodistico de circulación estatal, Columna Sin Nombre, el joven periodista Pablo Jair Ortega nos cuenta como se mueven impunemente grupos armados por Minatitlán:
......Recientemente se dio a conocer que los bares y cantinas de la ciudad son la principal fuente ilícita de ingresos de directivos del ayuntamiento, en especial de Octavio Flores Colorado, según versión de un ex inspector municipal.
......Recientemente se dio a conocer que los bares y cantinas de la ciudad son la principal fuente ilícita de ingresos de directivos del ayuntamiento, en especial de Octavio Flores Colorado, según versión de un ex inspector municipal.
Uno de estos burdeles se llama Cocobongo (anteriormente se llamaba Cosmopolitan, una de las cantinas más viejas de Minatitlán), ubicado en pleno malecón frente al río Coatzacoalcos; es uno de esos sitios donde anteriormente colocaban un letrero en la entrada que rezaba —palabras más, palabras menos— “Se prohíbe la entrada a menores de edad, militares, uniformados y vendedores ambulantes”.
El sitio está ubicado en una planta alta que hace esquina con las calles Iturbide y Madero, por lo que desde ésta última (la principal del malecón) se entra para subir unas escaleras, se llega a una segunda puerta donde te revisa un vigilante y te da acceso al lugar. Quienes acuden habitualmente saben que hay “variedad” constante.
Ese martes 2, algunos parroquianos se encontraban conviviendo cuando de repente apareció un comando fuertemente armado, conformado por individuos vestidos de negro con el rostro cubierto por pasamontañas; quienes pudieron apreciar la llegada vieron armas de alto calibre como las populares AK-47.
El grupo se desplegó tácticamente por el lugar como cuando realizan las redadas. Ante una escena así, quienes bebían en el lugar creyeron que se trataba otro de los operativos de “Veracruz Seguro”; que habían llegado los de la AFI o la PFP para revisar bolsillos y detectar si había droga o armas.
Uno de los concurrentes se encontraba en la “rocola” escogiendo unas canciones, pero uno de los empistolados le pidió autoritariamente que regresara a su lugar. Uno más se atrevió a verle directamente la cara a otro: “¿Qué madres me ves, cabrón?”, fue la respuesta. Los pocos en el lugar no comprendían bien la situación, pero ante la actitud y las armas, pocos dudan en bajar la cabeza o por lo menos la mirada.
Internados en el lugar en cuestión de segundos, uno de los personajes a quien identificaron por portar una llamativa pistola calibre 45, se acercó a la barra y le dio al encargado un mensaje. Dicho esto, se retiraron en una camioneta y todo volvió a la normalidad. No hubo la necesidad de explicarse que estos señores no eran policías.
Uno de los paisanos comentaba que eran Zetas, y que ya están en Minatitlán; entre los obreros se comentan que los han visto circular como si nada, al igual que aquí en Xalapa han llegado hasta la casa del secretario de Seguridad Pública disfrazados de la misma manera: con trajes de operativos militares oscuros, discretos, con armas largas y camionetas blindadas.
Entre la misma flota obrera saben que el narcotráfico está más que nunca haciendo su agosto por la presencia de miles de trabajadores en las obras en PEMEX; y no sólo ha sido el fino arte de rendir tributo al Dios Baco, sino que algunos están acostumbrados a ir más allá: en uno de los viajes en taxi de este pueblo petrolero, quien esto escribe atestiguó el momento en que un obrero en total estado de ebriedad pidió el servicio al vehículo, pero como ya estaba ocupado, inmediatamente dijo que siempre no: “Nomás voy aquí adelante, compita”, le decía el chofer, pero el individuo dijo que esperaría uno vacío.
“A este cuate ya lo he levantado... Ahorita va por coca”, comentó el conductor instantes después de volver a arrancar la unidad. “Es obrero de las compañías, y siempre cuando anda así, va por polvo”.
Minatitlán no sólo se está sumergiendo en la inmundicia y en la incapacidad de sus gobernantes; con la presencia de varias compañías contratistas al servicio de PEMEX para la flamante “reconfiguración”, también se ha convertido en un excelente nido de alimañas que hacen negocio en todo lo referente a los vicios: es una cadena de corruptelas que inicia desde el permiso otorgado por las autoridades municipales, hasta el diezmo que se le debe otorgar a la policía, aunado a la presencia de la delincuencia organizada con la prostitución vía telefónica y el tráfico de drogas. Con la incapacidad para meter orden, es obvio que se incrementan los delitos como robos y riñas callejeras.
Mientras tanto, sobra decir que los letreros que prohíban la entrada a uniformados, pues ni los van pelar. Si no, pregúnteles a los que dejan mensajes en el Cocobongo.
Interesante nota donde se vislumbra que las autoridades de Minatitlan cobran derecho de piso a narcos, bandoleros, lenones y tratantes de blancas... claro con la venia de la ciudadanía ignorante que finge no ver hasta que el fuego no llega a su propia familia... triste camino para los que viven en la decadente sociedad de Minatitlán.